A pesar de que puedo llevarme al huerto a una chica que esté mucho más en forma, esta rubia gordita me generaba tanto morbo que no dudé en irme con ella a su casa. Una vez a solas, nos metimos en la cama y agarré sus carnes con fuerza, mientras le metía la polla dentro de su chochete. La chica sonreía y gemía sin parar, hasta acabar mirándome fijamente con ojos de zorra mientras yo le trabajaba el coño.