Siempre había pensado que la secretaria asiática con la que comparto espacio en la oficina, era una chica tímida y callada. Pero una mañana me sorprendió al flirtear conmigo y pedirme que la siguiese a uno de nuestros despachos. Cuando nos vimos solos, ella se agachó para jugar con mi polla y le seguí la corriente, hasta terminar practicando sexo y corriendo el riesgo de que nuestros jefes pudiesen pillarnos en cualquier momento.